martes, noviembre 21, 2006

"mis días azules"

Vuelvo a escribir. Por tu culpa. Vuelvo a este escribir terapéutico que no cura sino amalgama y empalidece mi autoestima. Vuelvo a tener quince años y sentirme un incomprendido que quiere hacer realidad lo que habita en mi cabeza, y lo veo tan claro que no sé cómo se hace.

Como encima de una islita en medio de la calle, una porción de tierra rodeada de gente por todas sus fronteras. Gente que fluye sabiendo adonde va, como llegar y porqué circula. Gente que no interactúa demasiado, y menos conmigo. Qué problema tan grande vendrá si el cambio climático elevara el nivel de las gentes y mi isla quedara bajo manto humano, indiferente, fluido.

Tú, mientras tanto, a veces, pasas a mi lado, y atracas tu barca en las playas de mi isla. Tomas tierra, saludas, estás. La sensación, más bien, es que recalas en mis playas por efecto de la corriente o, alternativamente, atraída por los fuegos artificiales que ocasionalmente ocurren allí. Entonces, tenemos –el único habitante del habitáculo, cuyo único soporte físico es el suelo, soy yo- que ayudarte a salir de la balsa, y repostamos el motor del vehículo, porque tú piensas que el motor elonga el combustible sin fin, o, alternativamente, piensas que el devenir de acontecimientos es sabio, como dirigido por un santo que sólo desea el bien nuestro.

Avistando barco a pocas millas, haces uso de tus propios fuegos y bengalas y vistes tu embarcación para la procesión de los marineros y adoptas aires de fiesta, con un barco que ni siquiera es seguro que vayas a volver a ver. Te excita lo nuevo. Te gusta lo usado pero no lo limpias ni adecentas. Ya sólo tiene valor sentimental.



Entonces creo ver cómo vendrás, detrás de mí,
Envuelta en una música.
Volando en una brisa de trompetas, flotando sobre el mar en mi cabeza.
Cantando, bailando y gritando que jamás me dejarás.

El mar, detrás de ti, escribe en una página cursiva de una prosa de madera, sin rima.
Envuelta en una música especial.

¿Dónde están los días y ese azul?
El recuerdo de tu azul, pálido y triste, como hambriento.
Sólo puede ser la casualidad, que nos va a alcanzar y a matar.

Las sombras de tu corazón buscaré y fingiré que he sido yo hasta verte la cara.
Ese azul no va a volver.



Y es que el azul del mar nos puede atrapar.
Podemos vernos condenados a no querer nada más que la búsqueda de ese azul y ese olor que son mi infancia.

Y buscarme y buscarme y creerme que me encuentro.
Y darme cuenta de que el cristal se rompe al tocarlo y que las figuras de sal tienen su espacio, de paz, y no merecen ser molestadas, porque estropearán nuestra comida.

El azul de mi mar, cuando era pequeño, me ha condenado.
A pesar de que crecí lejos del mar, lo añoro. Pero yo soy un enfermo nostálgico patológico y pesimista.

Busco mi azul, mi mar y mi cielo de niño: el candor del pecho y el “colo”: lo veo en ti: te lo pido: pero a ti te molesta que yo te lo pida y además no me lo ofreces. Así que el azul también puede ser de lluvia, pero entonces quiero estar sólo y confabular conmigo mismo hasta comprender el mundo. En ese momento no te necesito porque mi espíritu es tuyo, pero camino por delante, marcando el camino en el que creo. Y a un gesto tuyo todo tiembla y corren peligro los cimientos de mi construcción mental-vital, como si argumentos dependieran de su emisor y no de ellos mismos.

Ofrécete más a mí y muéstrame tu azul, que es el mío. No me hace falta más.


agradecimientos: i.f.

jueves, noviembre 09, 2006

futuro nebuloso

como si de nada le hubieran servido los bofetones del tiempo y la gente, J siguió, años y años, dirigiendo su vida hacia su proyecto utópico. hubo ocasiones en que llegó notar las luces al fondo, augurio de un resultado próximo. pero siempre volvía a la oscuridad. una y otra vez. su estrella no abandonaba el cielo, y él hablaba con ella todas las noches: le prometía felicidad, algún día. él supo esperar. más tiempo del exigible. esperó, un poco más. cada vez se hundió más. la palabra felicidad estuvo presente en la parte anterior de su cavidad craneal, bien pegada a la pared interior, entre cráneo y cerebro, sin atreverse a atravesar la masa gris y proyectarse por sus retinas, como en un cine... y demostrar a todos que fue feliz.

miércoles, noviembre 01, 2006

miscelánea de iván y muro

Eres espectáculo cuando tienes un, y tú ni siquiera,
muro en frente, lo llegas a, construido por ti, notar.

Las lágrimas sólo tu puedes del cocodrilo te hacen que desaparezcas.
Ciegan y absorben.
No esperes a y tu ni que nadie llegue ni siquiera a derribarlo porque lo
llegas a notar. Ese alguien nunca te apoderas de va a llegar mi mente y
todos a tu y mi espacio alrededor desaparecerán,

y tú, cocodrilo, te alejarás y, me alimentas, nunca conseguirás, con mi propia, carne y rencor, que un día deseaste tanto.

me das lo que merezco.

lágrimas de cocodrilo


las lágrimas del cocodrilo,
que se autoconsume y va desaparaciendo,
¡qué paradoja!
la del que sufre y disfruta al tiempo
con su autoconsumo.

el cocodrilo se propone un giro sobre sí mismo
afilar los dientes
y caer sobre presas más importantes que él mismo.

y dejar de llorar por la autofustigación destructiva.