lunes, noviembre 16, 2009

ía

Con zarcillos de diamante
ella vestía:
sus piedritas en la oreja,
y valiente sonreía.


Me miraba ella
con su flor en la cabeza,
y sus hombros plateados
hablaron al sol.


Me conocía ella,
como nadie me conocía,
me miraba y se desvestía,
me abrazaba, yo reía.


La ciudad nos veía,
y se apagaba, ya dormía,
me encendía yo,
y ella, ella me mecía.