Mañana cumplo 9 años. Todos dicen que ya soy mayor. Lo dicen muy contentos, como si fuera lo mejor. Pero yo no quiero. Me gustan los ocho años. Con ocho años he jugado mucho, es divertido. Como soy una niña pequeña puedo reírme cuando quiera, puedo llorar si me hago daño, puedo pedir caramelos, puedo jugar y correr por la calle, puedo inventarme juegos, contar historias a mi hermano por la noche, hacerle cosquillas, inventarnos cosas que no son verdad pero que dan mucha risa, pedir muchas cosas a los reyes magos… y no sé, muchas cosas más. Los mayores siempre están mandando y eso no es divertido, hay que hacerles caso y sino se enfadan. Aunque tú te enfades también, ellos tienen la razón. Los mayores se enfadan mucho.
No se que hacer para no hacerme mayor. Podría decir que mañana no es mi cumpleaños. Aunque quiero los regalos, podría decir eso, y nadie sabría que ya no tengo ocho años. Pero no soy una niña tonta, eso no serviría. No conozco a nadie que pueda no hacerse mayor. Lo único bueno de tener más años es que ahora sé más cosas que los pequeños de siete años o de seis años. He aprendido muchas cosas, soy más lista. También sé más juegos.
Mañana cumplo nueve años. Y el próximo diez. Eso es ser muy mayor. Bueno, ya sé, este año voy a aprender a no ser mayor. No quiero dejar de jugar.